Por María Gilda Pedicone de Valls, Profesora Titular de Sistemas Electorales y Derecho Electoral (UNT-UNSTA).-
Saber qué es lo que mueve el comportamiento de los votantes en una elección es un interrogante que está en las indagaciones de los estudiosos de la ciencia política y de otras disciplinas como la sociología, la antropología, la psicología y el marketing político; pero sobre todo, de los políticos y candidatos que durante los procesos electorales tratan de incidir en el voto ciudadano.
Anthony Downs (An Economic Theory of Democracy, Editorial Harper and Row -New York, 1957) sostiene que el individuo actúa en las elecciones como lo haría un consumidor en el mercado, sopesando los costos y beneficios de su participación. Este cálculo racional permite definir no sólo si se acude a votar o no, sino el sentido del voto.
Así, en un escenario en el que su voto puede ser significativo en razón de los resultados esperados, existe una fuerte motivación para asistir a sufragar. De lo contrario, si percibe que en ese escenario su voto poco o nada puede incidir en el logro de sus expectativas, y que por tanto el costo de acudir a las urnas a depositar su voto es superior al beneficio que obtendría al hacerlo, entonces la motivación desaparece.
La clasificación que tradicionalmente se hace de los electores es en cuatro categorías: el voto duro, el voto opositor, el voto blando y los indecisos. Sobre estas tres últimas categorías en donde trabajan las campañas electorales, ya que mientras el voto duro se mantiene inalterable, el voto blando, indeciso y opositor pueden aumentar.
Los electores, según su motivación, pueden ejercer un voto racional (o el voto correcto, en el que el elector decide de manera libre, individual y racional, de acuerdo a los intereses que están en juego en la elección, a la información que recogen de las campañas y al cálculo que hacen sobre beneficios, ventajas y desventajas que obtendrían con la orientación de su voto), o un voto inercial o de costumbre (formándose una continuidad histórica favorable a un determinado partido), el voto de enojo (motivado por el descontento, la inconformidad en contra de algunos de los partidos contendientes o sus candidatos, es el voto de protesta, también llamado voto negativo), el del miedo (temores, amenazas, intimidaciones e incertidumbres sobre el presente y el futuro de una determinada colectividad), el voto circunstancial o contextual (en un contexto de crisis económica o de crisis de seguridad, lo esperado que el partido en el gobierno pierda un porcentaje de votos, mientras que la oposición aumente su caudal de votación), el voto ganador (conocido en la ciencia política como el efecto bandwagon o “efecto de arrastre”, donde los electores votan por aquellos candidatos o partidos que es probable que resulten ganadores o que son proclamados como tales por los medios de comunicación y las encuestas sobre preferencias electorales), el voto utilitario (ciudadanos que ven en las campañas electorales la oportunidad para obtener un beneficio inmediato, la posibilidad de vender su voto al mejor postor y de esta forma, obtener un bolsón con mercadería, un plan, un puesto. Se aplica acá el dicho popular según el cual “la política es el arte de obtener el dinero de los ricos y el voto de los pobres con el pretexto de proteger a los unos de los otros”, el voto útil (también llamado estratégico, y se genera cuando el elector convierte a su segunda preferencia en la primera opción para evitar que un tercero, con el que discrepa, pueda ganar la elección).
También el sistema electoral incide en el resultado electoral, como ocurre en nuestra provincia, donde el sistema de acoples ha puesto en crisis de legitimidad y credibilidad del sistema de partidos para dar lugar al fenómeno de la personalización, donde importa más la imagen, el carisma, el arraigo, el liderazgo, la historia personal y las competencias de los candidatos que el partido o la plataforma electoral que propone. Particularmente afectada es también la representatividad de los que resultan ganadores.
Como vemos, las motivaciones del voto son de naturaleza multifactorial. Es decir, no es solamente uno sino varios los factores que inciden en la conducta del votante y explican su comportamiento.
Para ganar una elección es imprescindible que los partidos y sus candidatos conozcan a los ciudadanos, sepan qué los mueve o los motiva, conozcan sus deseos, sueños, esperanzas, expectativas, emociones y sentimientos.
Quien conozca a profundidad a los electores, sepa de sus razones y sinrazones, esté al tanto de sus filias y sus fobias, sepa de sus simpatías y antipatías y sea, además, competente para articular estrategias inteligentes orientadas a ganar su voto, habrá encontrado la llave maestra para ganar la elección que le permita acceder o conservar el poder político.
Y, por supuesto, cuando se trata de reelecciones, que puedan exhibir resultados que demuestren que cumplen con sus promesas de campaña.